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Cazucá Futbol Club: más allá del camino

Laura Alejandra Rojas, delantera del Cazucá F.C.,

en un entrenamiento del equipo en la cancha 

Potrero Grande en el municipio de Soacha. 

Laura Alejandra Rojas Mendez juega desde hace 3 meses en el Cazucá F.C. Tiene 16 años y se desempeña como delantera del equipo. Todos le dicen Lexi, que significa Laura Alejandra en portugués. Se interesó a sus 4 años por el fútbol cuando empezó a jugar por diversión con su padre y sus tíos de casi 1 metro con 90 centímetros. Sin embargo, cuando la diversión empezó a convertirse en lo que realmente quería para su vida, sus padres se llenaron de dudas. No había apoyo económico por parte de su padre, y su mamá no tenía los fondos para ayudarla con dinero, pero el deseo ferviente de entrenar y jugar era más poderoso que cualquier tipo de obstáculo.

“Mi padre tenía la mentalidad de que el fútbol es para hombres, pero mis abuelos tanto paternos como maternos me decían que le insistiera a mis papás porque era muy buena. Íbamos todos los domingos a jugar con mis primos mayores y mis tíos, y la verdad jugaba muy bien. También en tierra caliente con polvo y demás, no me importaba el clima y jugaba descalza. No me importaba nada, en cualquier parte jugaba”, menciona Lexi, sentada en una pequeña colina del Centro Deportivo DL Sports en Bogotá, tomando un descanso entre partidos para después seguir jugando —junto con sus compañeras— la Copa Gatorade. Tiene el cabello agarrado en una coleta alta, para que no se le venga al rostro mientras persigue el balón, y habla con pausas, sin afán, pero con una gran certeza sobre las cosas que dice. 

 

La Fundación Justicia y Género, de Guatemala, presentó en el año 2018 el libro Masculinidades en la Cultura del Fútbol. Allí menciona la amplia diseminación que tiene el fútbol en la clase social y el género, y señala la urgencia de un cambio cultural a partir de la educación. Es posible entender que la masculinidad hegemónica en el fútbol y la incursión lenta —pero constante— de las mujeres en la industria del fútbol ha construido el panorama para que generaciones anteriores conciban el deporte como un espacio para hombres. En Colombia, profesionalizar el fútbol femenino ha sido una lucha en sí misma. La liga femenina sigue siendo incierta, pero al menos se cuentan con más garantías para salir adelante que hace unas décadas. 

 

“Mi mamá decía que es muy peligroso, o tal vez me pedía que creciera un poco más y ahí sí. Pero sé que si hubiese empezado en un club desde más pequeña estaría más nivelada”, continúa Lexi. A los 12 años su papá le empezó a comprar cosas para entrenar, junto con sus primos. Antes de esa edad, como a sus 8 o 9 años, Lexi lloraba porque veía a los niños de su barrio jugar, pero ella no podía. Varias muchachas y hombres de su escuela salían a jugar o llegaban de entrenar, entonces ella sentía esa impotencia de “yo quiero entrar a una escuela”. A sus 12 años, en la adolescencia, Lexi entrenaba sola o miraba videos en Youtube, y ya tenía mucho más apoyo por parte de su núcleo familiar. 

 

“El primo es mayor que ella y él siempre nos dijo que la inscribiéramos a una escuela buena porque tiene talento, decía que podría inscribirse a una liga y estar en un equipo profesional. Los abuelos, los tíos… Todos miraban el interés que tenía en el fútbol, pero en ese momento era imposible pagar la inscripción a un club”, explica Luz Méndez, su madre. Según el Sistema de Monitoreo y Alerta Temprana en Soacha, en el municipio hay familias con ingresos inestables; específicamente en Altos de Cazucá, los ingresos ponderados por familia están en $317.969, siendo el 56% los que reciben menos de dicho salario; el 50% de la población está ubicada por debajo de la frontera de pobreza y el 25% se ubica en índices de indigencia con $170.000 en promedio. El contexto socioeconómico complica las condiciones para encontrar nuevos rumbos.

 

“Por un momento pensé que mis papás dudaban de mis capacidades, o solo querían que estudiara y ya, y que después trabajara. Yo decía que quizás debía dejar eso atrás, pero no pude”, continúa Lexi. El fútbol es un deporte de mucha disciplina; según Lexi, lleva más disciplina que un trabajo, pues implica mucha confianza en uno mismo. Al ver que ella ganaba medallas, que los técnicos de diferentes escuelas la querían para ganar, supo que debía creer en ella sea como sea. “Si mis papás no me dan para los pasajes no pasa nada, yo miro cómo me voy más temprano y a pie. Creo que mi mentalidad es hacia mí misma, si no puedo yo sola pues ya será aferrarme a otra cosa”, explica.

 

Yoreli Rincón fue una de las jugadoras que abrió el camino para que varias jugadoras salieran del país al jugar en seis países diferentes; en 2013 fue la primera jugadora colombiana en disputar un partido de Champions League. La formación de la liga profesional femenina, en 2017, fue un hito que se dio posterior a la creación de la Comisión del Fútbol Femenino y gracias a la lucha de muchas mujeres. Mujeres que, como las chicas de la selección femenina del Cazucá F.C., pelean día tras día por el anhelo más grande de su corazón: ser futbolistas profesionales. En una exhibición en Cali, en 1971, se jugó uno de los primeros partidos de la selección femenina en el país. Desde este momento, tuvieron que pasar 46 años para que se jugara por primera vez en la historia un partido de la liga profesional. 

“A mis 13 o 14 años entré a mi primer club, había muchachas con mucho más nivel, por lo que me hacían a un lado. Me sentí muy deprimida. Estaba muy frustrada porque sentía que no tenía el apoyo de nadie. Llegué a pensar que debía dejar todo de lado, pero llegué a Cazucá y la profe —haciendo referencia a Angie Ortega, la directora técnica— me empezó a decir que yo sí era buena, y que debía confiar en mí y tener disciplina”, dijo Lexi con una sonrisita en el rostro. Su sueño más grande es el fútbol; es lo que tiene en su mente, en su corazón, en su alma y en todos sus proyectos. No piensa en otra profesión, meta o sueño, porque desde muy pequeña ha luchado, ha intentado conseguir todo para ser futbolista. 

 

Su rutina diaria es estudiar y entrenar, a veces no tiene tiempo para las tareas, por lo que trasnocha o las hace en el descanso de su colegio, en el cual debe estar a las 5:30 a.m. Sale a las 12:30 del mediodía y posteriormente almuerza y toma un descanso, para después ir al entreno —aunque si no tiene transporte, aclara, no puede descansar, le toca salir de una vez—. Llegar a un estadio, escuchar el himno de la Champions, estar en una liga o llegar muy lejos, ser reconocida por su humildad, “que todos sepan uno de dónde viene y cuánto le ha costado, que todos sepan que uno solo también puede, que uno se las puede rebuscar en cualquier cosa que a uno le apasiona”, son unas de las cosas que más desea Lexi. 

 

“Si ella no aprovecha de aquí a sus 21 años para encaminarse a algo profesional, sería difícil. A mí me gustaría que ella viviera de eso, que se dedique a lo que le gusta, pero de pronto no se da. Yo he hablado mucho con ella de eso, por eso le digo que hay otras alternativas como ser profesora de educación física, entrenadora. No quiero que se desanime”, explica su mamá. Luz también menciona que ella tiene que trabajar mucho la frustración; debe aprender a manejar sus emociones, porque si le pasa algo negativo de una vez se entristece y se deprime, “se bajonea muy feo”.

 

Hace 4 años la diagnosticaron con epilepsia, y tuvo sus crisis. Lleva 4 años tomando medicamentos y, aunque al inicio el medicamento solía ponerla triste y alegre, o le producía cambios de humor fuertes, el fútbol la ha ayudado a sobrellevarlo y “a no pararle tantas bolas”, como diría la mamá. “Lo positivo es que está en una edad en la que solo quiere estar en el celular, entonces veo como algo bueno que haya entrado a Cazucá y que la profe Angie las entrene todos los días. Se concentra más y ocupa su tiempo no solo en redes sociales, sino en algo positivo. Como sufre de epilepsia no es bueno que esté pegada al celular; al cerebro de ella no le hace bien. Está de mejor ánimo. Es preocupante también que coma algo porque haciendo deporte da mucha hambre. Todo está demasiado caro, entonces si puede salir solo con 4 mil pesos, le toca. Yo trato de darle sus 2 mil pesos o 4 mil pesos de alguna manera”, concluye.

 

Así como lo ha sido para Lexi, el fútbol ha sido también un salvavidas para el resto de chicas del club que luchan contra la depresión, los problemas intrafamiliares, las dificultades económicas y un contexto de consumo de drogas, violencia y —en muchos casos— delincuencia. Este grupo de chicas, el Cazucá Fútbol Club, es una muestra de que Cazucá —la comuna cuarta del municipio de Soacha— es mucho más que un contexto social vulnerable. Cazucá y sus chicas son un sinónimo de resiliencia, fortaleza, voluntad y pasión. Se sacuden todos los días el miedo, la desesperanza y la pereza, porque sus ganas de cumplir lo que quieren superan cualquier obstáculo.

 

“Un día no tenía para unos guayos. Yo jugaba con unos vans y no me importaba, solo que en la cancha sintética me resbalaba mucho y me costaba jugar. Los guayos que tengo acá los conseguí haciendo una rifa en el colegio, así reuní el dinero”, explica mientras señala sus pies. “De mi casa al lugar de entreno me demoro 2 horas a pie si es en Tibanica, Santillana o Potrero Grande —-canchas de entreno en el municipio de Soacha—. Si es en Ciudadela, ya serían 15 minutos. Me ha tocado irme caminando las 2 horas a pie cuando no hay para el pasaje, y para devolverme mis compañeras me apoyan mucho o la profe me presta, porque el barrio en el que vivo no es muy seguro, entonces lo mejor es ir en transporte”, finaliza. Su familia —como ella le dice al equipo— la sostiene. Se sostienen y se apoyan entre todas. Se identifican unas con otras y han creado un lazo de hermandad en los momentos más difíciles.

 

“Los aspectos negativos son la llegada tarde, ahora está en un torneo y llega más o menos a las 11:30 p.m., me preocupa porque es menor de edad. Yo no la puedo acompañar siempre porque se presentan cosas. Ella ha tenido muchas lesiones, pero así las tenga o le duela ella sigue. Es una niña muy persistente, y uno como adulto a veces prefiere cambiar de trabajo que seguir en el mismo, pero veo a mi hija tan persistente que es impresionante. Le pueden estar doliendo las rodillas o todo el cuerpo, pero igual juega. Es muy bonito ver esas ganas que tiene de salir adelante”, finaliza Luz con un tono de voz esperanzado, como el de una mamá orgullosa que sabe que su hija está hecha para grandes cosas. 

 

En unos años, Lexi se ve siendo una persona con más confianza en sí misma, con más confianza en absolutamente todo lo que hace, porque a veces le da miedo hasta el estudio. En muchas situaciones le falta autoestima, por lo que quiere mejorar ese aspecto en los próximos años. Una de las cosas que más quiere es que sus padres se den cuenta de que sí lo logró; de que entrenar todos los días —porque cuando no hay entreno en Cazucá va a Ciudad Verde, Kennedy u otros clubs. Su tiempo libre es el fútbol— valió la pena. 

 

Lexi y todas las chicas del Cazucá Fútbol Club son disciplinadas, responsables, fuertes, inteligentes, tienen una voluntad de acero y son absolutamente perseverantes. Asisten a los entrenos todos los días de la semana, de 4 p.m. a 6 p.m. Los fines de semana acuden a los torneos, a los amistosos o a los partidos que estén estipulados en su horario. El club les brinda sus uniformes (camiseta y pantaloneta), pero ellas entregan las ganas y el esfuerzo que va más allá del camino, más allá de los pasos que tengan que dar y la distancia que tengan que recorrer para llegar a una cancha en la que dejan el sudor, las lágrimas y un corazón lleno de anhelos y metas en un sueño por triunfar en el fútbol femenino. 

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